Llegado el siglo XIX, los microscopios habían mejorado mucho. Los científicos habían
podido estudiar estructuras nunca antes vistas en las células. En 1883, Robert Brown, un
botánico escocés, descubrió que las células de las hojas de orquídeas tenían una estructura
central. A esta estructura la conocemos ahora como núcleo. Pocos años más tarde, se usó
la palabra “protoplasma” para referirse al material del interior de las células. En 1838,
Matthew Scheliden, un botánico alemán, propuso, como resultado de sus observaciones en
tejidos vegetales, la hipótesis de que todas las plantas estaban formadas por células. Al año
siguiente, Eheodor Schwann, un zoólogo alemán, luego de haber observado un tejido
animal, amplió la hipótesis y propuso que los animales también estaban formados por
células. Schwann propuso además que los procesos de vida de los organismos debían
ocurrir dentro de las células. En 1858, Rudolf Virchow presentó evidencias de que las
células se reproducen para formar nuevas células, lo que derivó en las siguientes
afirmaciones que se conocen como “la teoría celular”:
Todos los organismos están formados por una o más células.
La célula es la unidad básica de estructura y función de los organismos.
Las células nuevas provienen, por reproducción celular, de células que ya existen.
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